Espacios Refuncionalizados y Centros De Innovación
Hemos mencionado anteriormente los espacios donde funcionaban los profesorados en la década del 80. Prestados, alquilados o cedidos se constituyeron en los lugares en los que los docentes y los estudiantes experimentaron relaciones con el conocimiento y aprendieron el oficio de ser docentes (ver Anexo III).
En unas nuevas condiciones de posibilidad históricas el Gobierno de la provincia de San Luis dispuso por Decreto N° 2889/97 MGyE implementar la transformación educativa y particularmente de la FD en el marco de la Ley Federal de Educación y de la Ley de Educación Superior. De este modo, después de un proceso de acreditación de los profesorados que culminó con su cierre gradual, el 16 de setiembre del año 1999 creó por Decreto N° 3119/ 99 MGyE un instituto de FD en San Luis y otro en Villa Mercedes. En el caso particular del IFDC- San Luis, el espacio representó un elemento fundamental vinculado a la innovación que atravesó la política educativa en su conjunto. Desde la concepción de Foucault, y como hemos analizado en los puntos anteriores, el espacio físico está directamente vinculado con el poder en tanto se “arquitecturariza” de acuerdo a los propósitos que se persigan. En este sentido, módulos o parcelas destinadas a la normalización y al disciplinamiento de los sujetos, la autogestión de los espacios a través de la adecuación productiva hasta “los emplazamientos” son ejemplos de la relación de los espacios con el poder.
En este apartado intentaremos analizar la elección ¿azarosa? del espacio destinado al IFDC-San Luis y las estrategias de re-funcionalización de un singular edificio para convertirlo en “centro de innovación”. Esto nos lleva a preguntarnos ¿Con qué propósitos se eligió el antiguo mercado como “un lugar privilegiado” para re-fundar la FD en San Luis?, ¿Cuáles y cómo fueron las relaciones que los sujetos (funcionarios, docentes y estudiantes) pudieron establecer con los espacios físicos y simbólicos de la institución?
Recuperando el Proyecto Educativo Institucional (PEI, 1999), documento oficial prescriptivo que reguló el funcionamiento de esta nueva institución, el apartado denominado “edificio” presenta en detalle la distribución de aulas y lugares en los que se desplegarían las nuevas prácticas docentes para institucionalizar el dispositivo formador. El documento numera con fines estratégicos, las inversiones realizadas por la provincia conforme al interés puesto en la transformación de la FD y destaca que el espacio “fue refuncionalizado acorde a los requerimientos que demanda una institución educativa (…) consta de 2.800 metros cuadrados cubiertos dentro de un predio de casi una hectárea (…)”. Enfatiza que dicha inversión se realiza “con los recursos asignados a bienes y usos del año 2000” (PEI, 1999: 32). La enunciación “acorde a los requerimientos” nos remonta a los problemas del espacio relatado por las y los docentes de los antiguos profesorados. Esta situación pone en juego las decisiones entre una y otra época y nos permite identificar las formas de decir y de ver en esta nueva temporalidad. En otras palabras, ¿Compartir espacios con otras instituciones era acorde al estatus de los profesorados?, ¿Cómo fue que el espacio fue adquiriendo importancia en esta nueva etapa?, ¿Qué saberes sobre la FD se constituyeron en esta época?
El documento de Aguerrondo y Pogré, asesoras contratadas por el gobierno provincial para poner en marcha este proyecto, en el apartado referido al espacio en las nuevas instituciones de FD, da muestra de la influencia de las autoras en la decisión del gobierno nacional y provincial de “innovar” en San Luis y en este punto, advertimos que la “re-funcionalización de edificios” es considerado por ellas una de las varias “decisiones estratégicas” que se deberán tomar, en tanto poner en funcionamiento una institución es tan o más difícil que diseñarla siempre que se abandonen las maneras “clásicas” de abordar la enseñanza” (2004: 93).
El IFDC-San Luis está ubicado en Av. Lafinur Nº 997 y según nos relató uno de los sujetos entrevistados, el lugar perteneció a Ferrocarriles Argentinos de la Nación situado en el mismo predio de la Estación Central de Ferrocarril.
A partir del cierre del ferrocarril, hubo conflictos entre el municipio y la provincia (…) nación se desentiende de los terrenos y a ambos los expropiaron. La provincia aprovechó la vía de ingreso de la avenida e hizo un mercado sobre unos galpones (E-61).
En la década del 90, los terrenos y diversos recursos se repartieron entre los diferentes poderes políticos. En varios casos triunfó la tendencia de los Gobiernos de romper con el pasado, hecho que podemos evidenciar una vez más en el caso de San Luis de acuerdo a los testimonios:
Fue un error haber roto la identidad de ese espacio del ferrocarril. Tendría que haber sido diferente, edificar una plaza central del lado de la estación y junto con el Instituto de FD conformar un gran predio, un parque central, un espacio de memoria (E-61).
Contrario a estas reflexiones, el Gobierno provincial en alianza con la Municipalidad de la Ciudad de San Luis, que en ese momento era del mismo color político, construyó un mercado concentrador en el predio del ferrocarril sobre la base de una obra preexistente:
Consta en la revista Presencia Universitaria (11 de setiembre de 1987) con el título de “El mercado comunitario abre la mayor esperanza”, que el director del Mercado veterinario Saúl Fernández “(…) destaca los beneficios para el sector Productor e Industrial al instalar allí sus productos obviando a los intermediarios”. Sin embargo, “(…) el mercado concentrador funcionó pocos años y quedó abandonado dando una imagen de suciedad (E-61).
El relato del entonces rector referido a la elección del mercado nos conduce a corroborar el poder de las asesoras en la opción de “refuncionalizar edificios imaginando las nuevas instituciones funcionando hoy y a futuro” (2004).
Era Inés Aguerrondo la que iba a ver los edificios, primero fue a conocer el espacio donde funcionaba la policía en calle San Martín, (…) Después le ofrecieron un edificio en el Puente Blanco, (…)y apareció este pequeño mall abandonado que fue el mercado (…) Luego se llamó a licitación para el diseño y puesta en valor (E-59).
Un nuevo saber sobre la FD emerge y se contrapone con la tradición de los profesorados “que comparten edificios en contra turno o funcionan en escuelas cuyos condiciones edilicias ya no cumplen con los requerimientos básicos” (Aguerrondo et al., 2004: 96) y agrega: “Lamentablemente en nuestro país éste ha sido, en las últimas décadas, el destino de las instituciones formadoras de docentes” (Aguerrondo y Pogré, 2001: 95). Estas afirmaciones conllevan la necesidad de “mostrar” otras prácticas de enseñanza, múltiples recursos, diferentes relaciones con el conocimiento.
El inicio de las actividades académicas en esta nueva institución es relatado en el Informe de Evaluación cuya autora es la Lic. Latorre, consultora contratada por el Ministerio de Gobierno para evaluar la marcha del proceso. Este documento que constituyó un verdadero hallazgo para esta investigación, expone:
El Gobierno decide que los institutos a pesar de las condiciones poco propicias, deben comenzar las clases el 5 de febrero del 2001 y de hecho funcionan desde las 8 hasta las 23 (…) la alta inscripción de alumnos hizo necesario adaptar espacios físicos y ampliar el equipamiento (Latorre, 2001: 5).
Esta decisión nos lleva a destacar una vez más los efectos del uso estratégico de la educación en tanto las clases se iniciaron en un edificio donde el poder controló lo azaroso.
Uno de los sujetos entrevistados afirmó que a pesar de las modificaciones superficiales que se realizaron a la obra arquitectónica original, mantuvo la organización de un hall central y a los lados, los que fueron puestos de venta de carnes, frutas y verduras, las aulas y boxes.
Nunca lo dejé de registrar como mercado, era igual la estructura. En los boxes estaban delineados los puestos de trabajo, cada uno con su pileta. Cuando ingresamos se veía la grasa en el piso donde fue una carnicería. Se nota que era un espacio reconvertido (E-61).
Como concibe Foucault, los modelos arquitectónicos responden a una racionalidad gubernamental que se aplica al territorio en su conjunto. “Una especie de utopía de proyectos de Gobierno del territorio (…) donde la noción de policía se convierte en una racionalidad de todo el territorio” (Foucault, 2015: 2-11). De acuerdo a estas conceptualizaciones, la organización del espacio físico constituyó una matriz desde la cual se aplicaron las reglamentaciones, se distribuyó a la población, se la clasificó según su función y se la ordenó en diferentes espacios cuadriculados según sus funciones.
El Informe mencionado describe la realidad en el funcionamiento de la institución, mencionando “fallas en las instalaciones eléctricas” y “desprolijidades en los baños” (Latorre, 2001: 18).
Problemas que, lejos de solucionarse, continuaron según nos relatan testigos claves, hasta el año 2019 que al cumplir el IFDC 20 años, se inauguró finalmente la obra de remodelación y ampliación.
El edificio se inundó varias veces y desde el comienzo hasta el 2004, la ubicación de las aulas y demás sufrieron cambios que respondieron a la necesaria adaptación de los espacios a la vida cotidiana de la institución: “Después de 3 mudanzas de la biblioteca, con todo lo que implica, terminamos donde funcionamos ahora. Este lugar, al fondo, para darle vida al último espacio de la institución y de hecho fue así, lo logramos” (E-58).
La urgencia del inicio de clases a pesar de las malas condiciones edilicias se confrontaron al deseo de un “edifico inteligente para una organización inteligente”, problema que sin duda y de acuerdo a nuestro posicionamiento en cuanto a la relación entre espacio y poder, afectó el funcionamiento de la institución y fue tema central en el Informe de Evaluación, como así también la negación al equipo de conducción en la intervención en el diseño del espacio, quedando en manos de la oficina de Arquitectura de la provincia. Este hecho muestra las decisiones centralistas del gobierno a pesar de proclamar a nivel discursivo, que en la nueva FD la autonomía era condición de éxito: “No tuvimos participación en los planos, todo lo manejaron desde el Gobierno, nadie va a creer pero los vidrios en las aulas fue un error de falta de comunicación con la empresa, no fue con fines pedagógicos (…) yo pregunté por las paredes y las puertas y el técnico de la empresa me dijo que iban vidrios (…)” (E-59).
El testimonio nos lleva a hipotetizar que las aulas vidriadas que caracterizan la institución no formaban parte del paquete de innovaciones que sugerían Aguerrondo y Pogré en su libro, sino que tal decisión respondió al azar y no al propósito de hacer visible “la innovación” en los modos de habitar el espacio.
La visión de las ideologías llevó a que esta voluntad de verdad sobre la transformación de la FD se apoyara en una base y una distribución institucional, que ejerció sobre viejas formas de enunciarla, una especie de presión y de poder de coacción (Foucault, 2005: 22). En virtud de esto, la decisión de llevar adelante la estrategia planteada por las autoras intentó romper con los esquemas tradicionales de las prácticas educativas y promulgar a partir de unas nuevas relaciones de saber-poder, un dispositivo que denote rupturas con el anterior.